Historia

El mejor cliente del restaurante Sa Roqueta es su patrón, Toni Serapio, amarrado al timón desde hace 28 años. Quien se sienta a comer allí cada mediodía solo o con amigos, una vez encarrilado el servicio.

Un camarote que siempre huele a mar, esto es, a pescados, mariscos y cefalópodos palpitantes.
Ellos son quienes te reciben, en acuario o expositor, nada más franquear la puerta de una nave gastronómica que se botó el 3 de junio de 1987.
La materia prima como tarjeta de presentación, manifiesto y poética.

En fogones, su esposa, Nieves Carbonell, junto al alicantino José Antonio Vilanova, en la tripulación desde 1996.

Ella se puso a guisar desde la apertura, en 1987, junto a su suegro, Biel Serapio, con quien salía a pescar calamares.

Por su parte, Vilanova ingresó en Sa Roqueta en 1995, tras estudiar en la escuela de hostelería Juníper Serra, donde fue alumno de Joan Abrines (Ca’n carrossa), a quien recuerda como ‘un gran profesor’.

 


El día 3 de junio de 1987, hace 28 años, abríamos las puertas de Sa Roqueta, ya en su emplazamiento actual, una antigua casa de pescadores habilitada como taller de construcción de velas para llaüts. Toni Serapio, junto a su padre, Biel, y su esposa, Nieves Carbonell, inauguraron lo que en principio iba a ser una cantina marinera. Mientras Toni hacía la reforma del local -a pie de obra, como un paleta más-, el lugar fue tomando forma de restaurante y así se quedó. Biel Serapio, marinero durante gran parte de su vida, ya había llevado el bar-restaurante del Club Nàutic Portitxol y además había sido cocinero de barca. Él y su nuera empezaron a gobernar los fogones mientras Toni atendía el comedor.

El primer día ya se colgó el cartel de ‘completo’. Fue un caos, lógicamente, pero todo salió bien. La carta de Sa Roqueta fue marinera desde los inicios, basada en recetas familiares y de barca: aguiat de peix, paella de pescado, calamar con cebolla, pescado fresco a la plancha, trempó de sepia… Esta última receta -a base de un trempó tradicional unido a dados de sepia brevemente salteados- sigue en nuestra carta, después de 28 años, ya que nuestros clientes no permitirían que la quitásemos.